Comienza la aventura.

Es evidente que donde más seguros se encuentran los barcos es amarrados en el puerto. Tanto como que no fueron construidos para eso.

 

La mayoría de las empresas son creadas como consecuencia de circunstancias difíciles por parte de su fundador o fundadores.

 

Muchas veces, careciendo de capital, inversores, trabajadores y con muy poca o ninguna ayuda por parte de las entidades financieras. En la mayoría de los casos tampoco existe una meta clara y concreta de donde se pretende ir. La ilusión prima en estos casos sobre criterios empresariales ya que las personas que lo llevan a cabo solo son, en el mejor de los casos, aprendices de empresario.

 

Las que consiguen sobrevivir a esta primera etapa y se van consolidando a medida que va pasando el tiempo, olvidan con frecuencia sus orígenes y el éxito les va marcando el camino a seguir.

 

Poco a poco, entran trabajadores. Si el proyecto tiene buena pinta, es posible conseguir algo de capital que acostumbra a pagarse muy caro. Socios que a cambio de poca inversión se quedan con una parte importante de las acciones. Tímidas ayudas financieras.